El sector agropecuario siempre ha sido analizado en relación con su contribución al PIB, a las exportaciones, y al número de empleos que genera. Sin embargo, su verdadero valor está en ser el proveedor de alimentos para la población, el derecho más fundamental de la humanidad

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Efectos del coronavirus en las cadenas de valor

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En 2017, de acuerdo al Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), México produjo 286 millones de toneladas de alimentos (263 de productos agrícolas, 21.1 de productos pecuarios y 2.1 de productos pesqueros).  Para lograrlo, 5.9 millones de personas prepararon y cosecharon 21.6 millones de hectáreas, 786,000 personas alimentaron y cuidaron a un hato ganadero de 631millones de animales, y 159,000 personas realizaron capturas y crianza pesquera.

Llevar estos alimentos a la mesa de 130 millones de mexicanos todos los días, implica no solo el trabajo diario de productores, sino de proveedores de insumos, plantas agroindustriales, empacadores, comercializadores, transportistas, almacenadoras, tiendas de autoservicio, tianguis, abarrotes y el consumidor. Es decir, del trabajo coordinado de los distintos eslabones de las cadenas de valor.

Dado que la demanda de alimentos es inelástica, a cualquier precio, el ser humano tratará de asegurar primero su alimentación, antes que otro bien. Durante esta contingencia se prevería que se mantenga el nivel de demanda actual de alimentos, y el sector muestre su característica contra cíclica. Sin embargo, hay varios factores a considerar.

De acuerdo con el CONEVAL, en 2018 en México 61.1 millones de personas vivían con un ingreso inferior a la línea de pobreza por ingresos (que equivale al valor total de la canasta alimentaria y de la canasta no alimentaria por persona al mes, lo que significa que, para febrero de 2020 esto fue 3,207 pesos para zonas urbanas y 2,082 para zonas rurales). Siendo el ingreso por trabajo la principal fuente con el 67.3 por ciento. Esto nos hace ver que una gran cantidad de mexicanos dependen de su trabajo, y cualquier afectación a esta fuente de ingresos tendría repercusiones en la compra de alimentos.

La recomendación de la FAO es que cada país produzca al menos el 75% de los alimentos que consume. En México, el nivel de autosuficiencia alimentaria es del 59%, siendo muy bajo en el caso de las oleaginosas y mucho más alto en frutas y hortalizas, por lo que en términos generales dependemos en un 41% de la producción de alimentos de otros países para satisfacer el consumo nacional.

Los niveles de inventario de alimentos en México también son muy relevantes, ante potenciales restricciones del comercio internacional de alimentos y afectaciones en la producción nacional, el país puede echar mano de estos inventarios en tanto las cadenas de suministro vuelvan a la “normalidad”.

Una cadena de valor agroalimentaria seguirá funcionando en la contingencia, mientras el eslabón más débil lo siga haciendo. Sin embargo, en un escenario de una afectación generalizada de trabajadores agrícolas se preverían faltantes en la mano de obra lo cual puede impactar las cosechas y el cuidado del hato ganadero, generando una disminución en la proveeduría de alimentos, que impactaría de inmediato al resto de los eslabones de las cadenas y pondría en riesgo el funcionamiento de la cadena de suministro. Esto se agravaría con afectaciones a los procesos agroindustriales, de transporte y de distribución.

¿De qué depende que no se interrumpa el funcionamiento de las cadenas de valor agroalimentarias y que pongan en riesgo la oferta de alimentos para la población?: Primero de que el flujo de comercio internacional continúe; es decir, que los países exportadores netos de alimentos sigan enviando los alimentos a los países importadores netos.

Esto es difícil de saber, dado que, en tiempos de contingencia, los países productores van a asegurar una reserva de alimentos para su población, antes de enviarlos a otro destino; de que la producción agrícola intensiva en uso de mano de obra no sea afectada por el virus; que no existan restricciones de movilidad de los alimentos de las zonas productoras del país a las zonas consumidoras; que exista seguridad en el traslado de los alimentos, para evitar robos; que exista continuidad del abasto de insumos para la producción (semillas, fertilizantes, pesticidas, diésel, agua, mano de obra), funcionamiento de los centros de distribución, y de la compra ordenada por el consumidor final.

El tiempo de producción del maíz es de nueve meses; siete  para el trigo; tres meses para el frijol; 24 meses para la leche de bovino; la carne de cerdo toma 5.5 meses; cinco meses para un huevo y 45 días para producir un pollo listo para sacrificio. Por tal motivo, cualquier reparación a alguna afectación al proceso de producción primaria; tomará esos tiempos en cada una de las redes, considerando una reactivación inmediata de los productores.

Lo difícil no es darle la mordida al sándwich, lo difícil es preparar y cuidar el cultivo de trigo durante sieete meses, cosecharlo, llevarlo al molino, molerlo, llevar la harina a la fábrica de pan, panificarlo, embolsarlo y ponerlo disponible al consumidor. El jamón, tomará 160 días para engordar al cerdo, más el tiempo de elaboración del jamón; y la lechuga tardará unos 25 días. Es la industria agroalimentaria la que se encarga de todo este proceso de acopio, transformación y comercialización de productos procesados, y es el eslabón que pone a disposición estos alimentos al consumidor.

Para mantener las redes de valor agroalimentarias en funcionamiento debemos mantener los flujos de efectivo a lo largo de los eslabones, proveyendo de liquidez a todos los actores.

Asegurar el flujo del comercio internacional de alimentos, tanto de exportaciones como de importaciones. Tan sólo de maíz amarillo en el 2019 se importaron 16 millones de toneladas, en su mayoría para dar de comer a nuestro ganado.

Proteger la salud y la fuente de trabajo de casi 4 millones de jornaleros agrícolas, para asegurar mano de obra sana y suficiente.

Establecer medidas para evitar el acaparamiento y el incremento injustificado de precios de los alimentos.

Incrementar la reserva estratégica de alimentos con compras adicionales de Segalmex.

Proteger el consumo de productos básicos para la población vulnerable (apoyo en especie a los beneficiarios del Programa para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores).

Fortalecer las capacidades de recolección y acopio de los bancos de alimentos, para incrementar su capacidad de respuesta en atención a poblaciones vulnerables.

Apoyar con información nutricional de los alimentos a la población, para conseguir los mismos nutrientes con menos productos o diferentes.

Promover el consumo responsable para eficientar la disponibilidad de alimento y reducir las pérdidas postcosecha.

Asegurar el traslado de alimentos de zonas de producción a zonas de consumo, tanto desde el punto de vista sanitario, como de seguridad.

La agricultura es la primera actividad económica que realizó el hombre, es fundamental para preservar la vida y por tanto la humanidad seguirá existiendo mientras exista la agricultura.


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